Cuando era un niño de 8-10 años, mi papá me llevaba a ver a sus tías Elmon y Elisa, que cumplían, en cierta manera, la función de abuelas, ya que no pude conocer a ninguna de las dos.
Elmon y Elisa vivían solas en un departamento. Y a mi me gustaba menos que poco ir a visitarlas. No se por qué, supongo que era el aburrimiento que me provocaba, además de un cierto acoso por parte de ellas.
Ellas habían venido a la Argentina, escapando de la guerra, y de la muerte segura por parte de los turcos, supongo que esa experiencia hacía que sus personalidades parecieran un poco extrañas a un pequeñín que quería jugar con su Commodore 64.
Estas visitas ocurrían generalmente los domingos, después de ir a misa, en charcas, la calle donde estaba ubicada la Iglesia Armenia, por lo que mi hastío y aburrimiento tenían un volumen mas que importante. Recuerdo que volviendo de misa, en el auto, yo rezaba (que ironía) para que no pasáramos por lo de las tías. Íbamos por Libertador, y cuando nos acercábamos a la luz de giro donde papá debería doblar para ir a lo de ellas, yo no miraba, me ocultaba bajo el asiento, deseando con todo mi ser que siguiéramos de largo. Pero no, siempre doblaba. Y yo sentía un puñal en el abdomen.
Cuando llegábamos a lo de ellas, su alegría de verme, era proporcional a mi infelicidad.
Entrar a ese departamento ya era un golpe, el olor y la oscuridad llenaban el ambiente. Lo primero que hacía papá era levantar las persianas y abrir las ventanas para airear un poco.
El olor era un mezcla de encierro y de comida, casi siempre armenia, por lo que había una mezcla de especias en el ambiente que no era muy amigable. Aunque debo reconocer que Elisa cocinaba de maravillas.
Siempre que llegábamos estaban viendo Feliz Domingo en la tele, nunca entendí como dos señoras mayores, de mas de 70 años, eran fanáticas de ese programa, supongo que ver a la juventud les devolvía algo que ya no volverían a tener.
Entre ellas y con mis padres hablaban en turco, yo no entendía nada, pero por el tono suponía que se quejaban de algo, o de alguien, a mi me hablaban en armenio, que entendía y hablaba por estar yendo a un colegio armenio. Para mi hablarlo en otro lado que no fuera el colegio era bastante raro.
A veces, contaban anécdotas de cómo habían pasado los años de la guerra, cuentos macabros, como aquel que contaron varias veces de un armenio escapando de las balas de los turcos, y que fue alcanzado por una de ellas en el culo!!! Ella lo contaba sonriendo, tal vez por pudor, pero a mi, después de la risa de compromiso, me quedaba una sensación extraña.
Ellas siempre me reprochaban que no las visitaba mas a menudo, o que no las llamaba por teléfono. Yo me quedaba en silencio abochornado, sin saber que responder.
Pero lo que me lleva a recordar a ellas, es la pregunta que me hacía la tía Elisa siempre que iba. Luego de los reproches, me preguntaba si no le tenía miedo a Dios.
Recuerdo quedarme en silencio, pensando que significaba esa pregunta, y por sobre todo qué debía contestar. Había dos opciones, si o no, por lo que fui lo mas sincero posible y le contesté que no. Ella me miró sorprendida y ofendida y me dijo que debería temerle por que El era el Todopoderoso. Yo me quedé pensando: y a mi qué me va a hacer? Si yo no hice nada!!!, pero bueno, preferí asentir y disculparme por mi respuesta incorrecta.
Las veces siguientes que me lo preguntó, yo respondí siempre con un: Si, claro!. Pero nunca pude entender el porque de esa pregunta, más a un niño de 10 años.
Hoy sigo sin entenderla. Pero las recuerdo con cariño. Hoy sí me hubiera gustado sentarme a hablar con ellas.